Lo habrás oído alguna vez, te habrá sonado a chino… hasta hoy. Dentro de las relaciones entre padres e hijos, te dejo enlace a nuestro último post sobre este tema, es frecuente que tanto papá como mamá se dediquen a “rajar” sobre el otro progenitor delante de sus hijos, para, según ellos, abrirle los ojos al niño. Lo peor es que cuando muchas veces reprocho este comportamiento a padres y madres, me he encontrado con que hay algunos/as que lo hacen con toda la razón, “quiero que el niño sepa quien es su verdadero padre”, “por fin vas a conocer a tu madre”, ellos no lo saben, pero lo que consiguen con esta conducta, es un MALTRATO, y no lo digo yo, lo dice el diccionario de la Real Academia de Medicina. ¿A que la palabra Maltrato ya no mola tanto?
El síndrome de alienación parental es, en esencia, lo que te acabo de contar, sucede cuando uno de los progenitores se dedica a hablar mal del otro, para provocar que el menor no quiera verlo y se destruya la relación entre ambos. ¿Conoces la expresión “lavar el cerebro”? Pues es bastante acertada para comprender el síndrome de alienación parental. Cuando uno de los progenitores se dedica a verter comentarios negativos para posicionar al menor a su favor, suele conllevar que ese menor de repente no quiera ver a su padre o madre, sin motivo, y exista un distanciamiento y rechazo evidente.
¿Cómo noto que eso le ocurre a mi hijo?
En palabras de Richard Gardner, psiquiatra americano, se suele empezar a manifestar cuando el menor comienza a hablar mal de su progenitor/a a través de insultos o amenazas, y lo importante, sin una justificación razonable. Suele además darse el caso de que el menor defiende a la persona que le está manipulando, no siente sensación de responsabilidad por lo que hace y afirma que lo hace de manera espontánea, negando por supuesto que alguien le esté influenciando. En palabras de este psiquiatra, existen 3 niveles en función de la intensidad para manifestar o detectar el síndrome de alienación parental, siendo la más suave cuando el menor manifiesta rechazo al instante de ver al progenitor, pero al poco tiempo desaparecen, o el más grave cuando directamente “no puede ni ver al otro progenitor”. Es habitual también, tratar de poner a la familia o al entorno el menor en los ataques al progenitor, incluso llegar a influenciar de tal manera que piense que ese progenitor es el único culpable del divorcio, recordando con frecuencia episodios negativos del matrimonio como enfados y peleas.
¿Cuáles pueden ser las causas?
Te puede parecer raro el pensar que un padre o madre pueda querer dañar la relación de su hijo con el otro progenitor, pero en palabras de psicólogos con los que trabajamos, las causas pueden ser: falta de autoestima del menor, lo que provoca que dependa de un progenitor, el enfado o problema concreto durante el matrimonio que no se tratado, dificultad en expresar las emociones, entre otras.
¿Cómo actúo si lo detecto?
Quizá estés esperando leer estrategias como: ve a por ella, haz tú lo mismo, la mejor defensa es un buen ataque, tú eres más que nadie…si todavía sigues pensando así, analiza si tienes algo de responsabilidad en lo que está ocurriendo, yo te diría que TODA.
Lo primero que te podemos recomendar es tratar de prevenirlo, te preguntarás cómo, actualmente y aunque como antes te decía te suene raro, muchos hombres y mujeres, conscientemente, usan a sus hijos como “arma” para contaminar sus pensamientos hacia el otro progenitor.
Lo segundo que te recomiendo hacer en caso de estar afectado por esta conducta es hablar, dialogar, tratar de averiguar la causa de lo que ocurre. Una figura clave y esencial para ayudarte es un psicólogo, profesional que deberá tratar no sólo al progenitor afectado, sino al causante o también llamado “verdugo”, así como al menor. Es importante detectarlo lo antes posible para evitar que vaya a más, y sobretodo dialogar, tratar de actuar con cautela, dejar a un lado la venganza o idea de que hay que contraatacar para defenderse, nada más lejos de la realidad.
Es frecuente que el síndrome de alienación parental se manifieste a lo largo del tiempo en ambos progenitores por lo que te acabo de contar, la madre trata de manipular al hijo atacando al padre, y en el tiempo ocurre a la inversa, porque se suele creer que con esa conducta se van a a acercar a su hijo, y no se dan cuenta que no sólo no les acerca, sino que les aleja y complica todo mucho más.
¿Cómo influye en un procedimiento judicial?
Este síndrome, en el ámbito de los Juzgados y los juicios de divorcio, ha sido, en nuestra opinión, una cuestión no importante para muchos magistrados, que se han limitado a decir que no existía, no dándole la importancia y entidad que merece. Para nosotros, resulta, cuanto menos, notorio, al menos tenerlo en consideración cuando hablamos, o cuando afecta su existencia a la atribución de uno u otro determinado tipo de custodia. La tendencia de los Jueces es inclinarse por aquellos progenitores que han sido desprestigiados ante sus hijos por parte del otro progenitor, para con ello, estabilizar la relación y tratar de recuperar el vínculo afectivo, siendo este argumento bastante razonable en nuestra opinión.
Por último, te cuento que fue muy relevante cuando hablamos de síndrome de alienación parental, la Sentencia que el Tribunal Supremo dictó a finales del año 2.017, en un asunto el que, considerando como siempre el interés del menor, acordó mantener un sistema de guarda y custodia compartida a pesar de que la hija menor manifestaba su deseo de no tener relación con el padre. ¿Qué tiene de relevante esta sentencia? Precisamente eso, que la justificación de la menor para tal decisión de no tener contacto con el padre era genérica, y no justificada, es decir, no quería estar con su padre sin que hubiera un motivo claro y concreto, por lo que el Tribunal valoró la posible influencia negativa de la madre para explicar tal decisión. Por tanto, y a pesar del siempre dicho interés del menor, no es posible que un menor, por mucha madurez que tenga, decida sobre excluir la relación con el padre sin un motivo claro e inequívoco que así lo justifique.